- Cuento Escrito por: Joskaira Torres Franco
- Nivel Escolar: 10° F
- Colegio: Instituto David
Era
un viernes fresco y agradable, típico de primavera. Estaba en mi habitación
viendo como la niña que vive al frente está con su padre aprendiendo a andar en
bicicleta. Recuerdo cuando estuve así, de hecho, me imagino las emociones que
debe estar sintiendo en este momento, la confianza que su padre le demuestra la
hace sentirse capaz de lograr cualquier aspiración; justo como me sentí en
aquella ocasión.
Pasaron
los meses, y, sin darme cuenta ya iba camino a esa casa de playa, donde guardo
muy buenos recuerdos.
Al
llegar fui directamente a la habitación que me ha acompañado por 15 veranos.
Traté de dormir un poco, pues el viaje de 7 horas hasta allí me había dejado
agotada.
Al
despertar quise caminar hasta poder encontrarme con el hermoso atardecer.
_ ¡Jane!
_
¡Hola Marcus! –respondí.
_
¿Has llegado esta tarde?
_
Sí, mi familia está adentro, ¿Te gustaría pasar?
_
Seguro. –respondió.
Marcus
era mi mejor amigo, era el hermano que mis padres no me dieron; desde pequeños
jugábamos en la arena haciendo castillos, nos enterrábamos en ella, corríamos,
etc. En fin, juegos de niños.
Al
verlo, mi madre lo abrazó.
_
¡Pero cuanto has cambiado en un año Marcus! –le dijo mi madre.
_
¡Gracias!, permítame decirle que usted no ha cambiado para nada.
_
¡Tan halagador como siempre!
Pasaron
las semanas, el verano casi termina; y Marcus cada vez se vuelve más importante
para mí. Nunca me imaginé verlo de esa manera. Sus brillantes ojos color avellana, su
cabello castaño oscuro, pero sobre todo, su compañía, me hacían sentir extrañamente segura. El último día en
la playa la pasamos juntos, como de costumbre; me costaba aceptar tener que esperar un año para volver a verlo
nuevamente.
Desperté
aquella mañana, me quedé mirando un momento fijamente el techo rosa de mi habitación, al
poco tiempo me levanté, tomé el vestido lila con flores
amarillas que con anterioridad había pensado ponerme y bajé a desayunar con mi
familia.
Fui
con mis padres a casa de Marcus para despedirnos de él y su familia; Cuando me abrazó
no quería apartarme de su lado, por un momento su mirada chocó con la mía y no
pude seguir mirándolo.
Ya
era momento de emprender el viaje de vuelta a casa, pude ver como se alejaba
poco a poco a medida que papá iba avanzando en el carro, y como el alzaba su
brazo para que pudiera verlo.
Inicio
de clases; conocí a una chica nueva, su nombre era Ana, me encantaba su cabello
y en el trascurso del año escolar se convirtió en mi mejor amiga, llegó a ser
como una hermana para mí.
Ana
nos acompañó este verano a pasar las vacaciones en la casa de playa, ya le
había contado lo que sentí por Marcus el verano anterior y moría de ganar por
volver a verlo y porque ella lo conociera y me diera su “aprobación”.
Fui
a ver la puesta de sol como de costumbre, esta vez acompañada por Ana. Anocheció,
y Marcus no llegó a verme, lo que no es común, pues su familia suele llegar
días antes que la mía.
Al
tercer día fui a casa de Marcus, pues no veía señales de él.
Al
llegar me encontré con sus padres, estaban empacando algunos adornos de la
casa.
_
¡Hola Sr. y Sra. Gallagher! –les dije.
_
¡Hola Jane! –respondieron a la vez.
_
¿Está Marcus?
_
Pasa querida, toma asiento. –dijo su padre con la voz un poco afligida.
_
¿Ocurre algo? –pregunté.
La
Sra. Gallagher rompe en llanto.
_
El verano pasado, mientras volvíamos a casa, tuvimos un accidente de tránsito,
un camionero bajo los efectos del alcohol chocó con nuestro vehículo; Marcus no
cargaba cinturón de seguridad, y al momento del impacto salió por la
ventana. Cuando su madre y yo despertamos, ya estábamos en el hospital.
Preguntamos por nuestro hijo –se detiene el Sr. Gallagher por un instante. …
Nos dieron la devastadora noticia de que no había sobrevivido al fuerte impacto
que recibió.
–Las
lágrimas corrían sobre mi rostro, no podía creer que esto haya pasado.
_
Su pérdida nos ha afectado como no te lo imaginas, –continúa el Sr. Gallagher.
Por esta razón hemos decidido vender la casa y todos lo enceres que la
acompañan.
Cuando
terminó de hablar, los abracé demostrándoles que sentía el dolor que ellos
estaban sufriendo en ese momento, pues ellos habían perdido su único hijo y yo,
a mi mejor amigo, quien se había convertido en alguien más importante.
Salí
de la casa devastada, con ganas de que el verano terminara para no volver más a
esa playa llena de recuerdos de Marcus. Todas las puestas del sol que
contemplamos juntos, las veces que corrimos por la playa riéndonos de cualquier
cosa, los castillos de arena que construimos… Todo en este lugar me recordaba
cuando él estaba junto a mí.
La
compañía de Ana me fue de mucha ayuda, supo decirme las palabras de ánimo que
necesitaba escuchar y no me dejaba que quedara sin ánimos ni razón de seguir
adelante.
Mis
padres también me ayudaron, hacían lo imposible por mantener mi mente relajada
y despejada de pensamientos negativos.
Constantemente
recordaba el último verano que pasamos juntos, como nos reíamos, nuestras
largas pláticas de cómo había sido nuestro año, etc.
Nunca
olvidaré nuestros veranos, veranos que siempre recordaré y llevaré presente,
veranos que siempre vivirán en mi corazón.
Foto de la autora, tomada por Joskaira Torres - 03/8/014